propiedad intelectual
ilustracion: kiko del mar
Sonidos industriales
Por Daniel Héctor
La lucha entre las empresas culturales y la creatividad tecnológica acaba de comenzar.

Quedaron atrás los tiempos en que la música, la literatura o la pintura eran actividades improductivas, casi marginales o elitistas. A partir de la tan mentada globalización, la cultura o más propiamente las industrias culturales han logrado una fenomenal expansión. Ese adolescente, de oscuro ropaje y extraño peinado, que deambula sigiloso con su guitarra a cuestas, seguramente no esta queriendo cambiar al mundo, sino tan solo ingresar al luminoso y multimillonario negocio del rock.
La industria audiovisual genera grandes ingresos por exportación en Estados Unidos y algunos países europeos, que estimulan y protegen la actividad. Como sucede en otros rubros, en el discográfico la concentración no podía estar ausente, el noventa por ciento de los negocios pasan por manos de cinco multinacionales, las denominadas major: BMG, EMI, Sony, Warner y Polygram.
A pesar que la globalización tiende a uniformar el consumo de los mercados, en la música se da un fenómeno opuesto, diríamos regional o glocal, como dicen los sociólogos, ya que en Latinoamérica existe el predominio del gusto del público por la música nacional en castellano, por sobre la extranjera en inglés, pero los artistas famosos y que más facturan son manejados por las majors.
Cuando las discográficas nacionales (indies) generan un artista y un repertorio exitoso, como no cuentan con el capital suficiente que necesitan para producir y catapultar al artista al mercado global (edición del disco-video clip-programas televisivos-sitios Web-difusión-remeras-stickers-pósters) se asocian a una major y si el disco vende acabarán todos viviendo en Miami, que se ha convertido en la virtual capital de la cultura latinoamericana. Como se imaginarán, las multinacionales no invierten en vanguardias, en valores artísticos o en talentos ignorados, ellas solo apuestan a ganador, controlan el mercado e imponen modas, masifican sus productos tanto como sus ganancias. Los artistas son convidados de piedra a la hora del reparto, ya que cobran como promedio el tres o cuatro por ciento del valor de cada disco, mientras los contratos son sumamente ventajosos para las empresas que imponen sus condiciones en posición dominante y hasta se quedan con el control de la obra.
ilustración: logan
A fines del milenio pasado se desarrolló un formato de compresión de archivos de audio llamado Mp3, que hizo viable intercambiar música digitalizada con gran velocidad por la red. Los artistas nuevos o los no tan conocidos encontraron la posibilidad de difundir y comercializar sus obras sin intermediarios, apareciendo sitios (sites) en donde los internautas empezaron a intercambiar sus propios discos sin ánimo de lucro, como se hace en la vida diaria con libros, revistas y otras pertenencias, siendo los más conocidos Mp3.com. y Napster. Las discográficas pusieron el grito en el cielo cuando advirtieron que circulaba libremente su material, sin percibir dinero a cambio, iniciando a través de La Asociación de Discográficas Americana (RIAA) acciones legales. Un juzgado de Nueva York en el año 2000 atendió la demanda contra Mp3.com., quien debió llegar a un acuerdo con los demandantes: pagar una multimillonaria indemnización y empezar a cobrar un arancel para bajar música con derechos de autor, o sea es absorbida por la industria. El sitio Napster acosado, tuvo que cerrar en 2001.
La innovación es el oxígeno que respira la aldea informática, no bien cae Napster, brotan como hongos tras la tormenta infinidad de programas similares (Kazaa, Morpheus, iMesh, Emule y otros) que utilizan un sistema denominado P2P (peer to peer), diferente a Napster que tenía un archivo central. En el sistema P2P, el enlace se desarrolla de computadora a computadora, compartiendo los archivos que cada usuario tiene almacenado en el disco rígido de su PC. Esta modalidad se transformó en poco tiempo en una práctica masiva, solo en Estados Unidos hay alrededor de 65 millones de personas que bajan música, videos, imágenes, E-books (libros digitales) de la red.
La RIAA recurrió nuevamente a la justicia, para que se declaren ilegales a los proveedores y a los programas de intercambio de archivos, pero esta vez no les fue bien: en abril de este año un tribunal de apelaciones de California lo desestimó por unanimidad, basándose en un fallo histórico del Tribunal Supremo de Estados Unidos de 1984, que rechazó una demanda de las industrias cinematográficas de Holywood, que quería prohibir el uso de las videograbadoras, para que la gente no grabe películas de la televisión Al poco tiempo la venta y alquiler de videos se transformó en un negocio redondo para esas mismas empresas, que con su actitud mezquina y fundamentalista no pudieron preverlo.
La RIAA no cesa en su cruzada para acabar con lo que ellos llaman “piratería”, ahora presentaron unas 4 mil demandas contra personas mayoritariamente jóvenes, que bajaban música de la red y fueron identificados electrónicamente, no es mucho 4 mil contra millones y millones de usuarios en todo el mundo, probablemente este recurso disuasorio no tenga futuro. Por otro lado están usando sus aceitadas relaciones e influencias económicas con la administración Bush y los republicanos, para elaborar una ley que prohíba estas tecnologías amenazantes y que castigue expresiones a favor de la libre circulación de la información.
Con los músicos a otra parte
Muchos artistas consecuentes con su rol de músicos populares, se han puesto en la tribuna al lado de la gente, como David Bowie, Prince o la blonda Courtney Love quien ha dicho “ser pirata es robarle a la cultura y a los músicos que es lo que hacen las empresas”.
Hace unos días el cantante cuartetero “La Mona” Jiménez, lanzó un disco independiente que distribuye exclusivamente en un Hipermercado multinacional, a un precio muy económico, pero no se percibe en esto alguna intención ideológica, parece tan solo una estrategia comercial para que no se le escurran las moneditas de los pobres en manos del mercado de los discos truchos (microemprendimiento de desocupados).
Mas allá de otra limousine para “Charly”, de la enésima 4 x 4 para los empresaurios o del poncho número 20 mil para “La Sole” (aunque ya no luce esa prenda), el debate tiene mucho mas que ver con la libertad, pero no la libertad de utilizar la riqueza y el poder para fabricar la opinión y los gustos de la gente, porque de esa, de Gutemberg a esta parte tenemos demasiada.
La innovación es el oxígeno que respira la aldea informática, no bien cae Napster, brotan como hongos tras la tormenta infinidad de programas similares (Kazaa, Morpheus, iMesh, Emule y otros) que utilizan un sistema denominado P2P (peer to peer), diferente a Napster que tenía un archivo central. En el sistema P2P, el enlace se desarrolla de computadora a computadora, compartiendo los archivos que cada usuario tiene almacenado en el disco rígido de su PC. Esta modalidad se transformó en poco tiempo en una práctica masiva, solo en Estados Unidos hay alrededor de 65 millones de personas que bajan música, videos, imágenes, E-books (libros digitales) de la red.
La RIAA recurrió nuevamente a la justicia, para que se declaren ilegales a los proveedores y a los programas de intercambio de archivos, pero esta vez no les fue bien: en abril de este año un tribunal de apelaciones de California lo desestimó por unanimidad, basándose en un fallo histórico del Tribunal Supremo de Estados Unidos de 1984, que rechazó una demanda de las industrias cinematográficas de Holywood, que quería prohibir el uso de las videograbadoras, para que la gente no grabe películas de la televisión Al poco tiempo la venta y alquiler de videos se transformó en un negocio redondo para esas mismas empresas, que con su actitud mezquina y fundamentalista no pudieron preverlo.
La RIAA no cesa en su cruzada para acabar con lo que ellos llaman “piratería”, ahora presentaron unas 4 mil demandas contra personas mayoritariamente jóvenes, que bajaban música de la red y fueron identificados electrónicamente, no es mucho 4 mil contra millones y millones de usuarios en todo el mundo, probablemente este recurso disuasorio no tenga futuro. Por otro lado están usando sus aceitadas relaciones e influencias económicas con la administración Bush y los republicanos, para elaborar una ley que prohíba estas tecnologías amenazantes y que castigue expresiones a favor de la libre circulación de la información.
Con los músicos a otra parte
Muchos artistas consecuentes con su rol de músicos populares, se han puesto en la tribuna al lado de la gente, como David Bowie, Prince o la blonda Courtney Love quien ha dicho “ser pirata es robarle a la cultura y a los músicos que es lo que hacen las empresas”.
Hace unos días el cantante cuartetero “La Mona” Jiménez, lanzó un disco independiente que distribuye exclusivamente en un Hipermercado multinacional, a un precio muy económico, pero no se percibe en esto alguna intención ideológica, parece tan solo una estrategia comercial para que no se le escurran las moneditas de los pobres en manos del mercado de los discos truchos (microemprendimiento de desocupados).
Mas allá de otra limousine para “Charly”, de la enésima 4 x 4 para los empresaurios o del poncho número 20 mil para “La Sole” (aunque ya no luce esa prenda), el debate tiene mucho mas que ver con la libertad, pero no la libertad de utilizar la riqueza y el poder para fabricar la opinión y los gustos de la gente, porque de esa, de Gutemberg a esta parte tenemos demasiada.
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